William James

"Los seres humanos, al cambiar las actitudes internas de su mente, pudieran cambiar los aspectos externos de su vida"

viernes, 19 de abril de 2013

¿EL SEXO VENDE O SE VENDE SEXO?


La ropa se vende en supermodelos con poca ropa. Una gaseosa se vende con beldades que no toman gaseosa para evitar la celulitis. Las cajas de herramientas son vendidas por esculturales cuerpos que no diferencian un martillo de una llave de cruceta. La cerveza se vende entre los diminutos bikinis de afiladas Hembras humanas, sugiriéndole a los Machos que un sorbo de esa milagrosa bebida, lo volverá un imán irresistible para lo más selecto del sexo opuesto.
Los calzoncillos se venden con Machos musculosos, rellenos de algodón en la entrepierna. Los cigarrillos se venden en los pulmones del rudo protagonista de película de acción, que salvará del peligro a una indefensa y hermosa Hembra sin novio. La silicona se vende en la ansiedad masculina del porno y, aunque dichoproduct placement es sumamente criticado, ha sido un factor decisivo en el incremento año tras año de las ganancias en el negocio del bisturí.

Pero, al usar el mismo recurso publicitario, ¿una caja de herramientas es tan apetecida como un par de implantes de silicona? ¿Una marca de jeans dispara la ventas solo cuando su divulgación propagandística recuerda a las 'bluyineadas'? ¿Los cigarrillos son comprados siempre y cuando los identifiquen como el postre orgásmico después de un orgasmo?

Por extraño que parezca, en los casos anteriores el sexo NO vende, sino la mojigatería.
La premisa de los desalmados publicistas es simple: el sexo vende. ¿Y por qué vende? Porque es un bien tan pero tan escaso, que la necesidades de apareamiento pueden lograr que un cliente compre un automóvil, creyendo que incluía a la modelo desnuda del catálogo. Al menos esa es la teoría.

La deambulación de 7 mil millones (¡y sumando!) de humanos en el planeta Tierra, debería bastar como argumento para refutar la creencia que no hay suficiente sexo entre dicha especie. Sin embargo, la documentada ausencia del mismo después del matrimonio y/o un noviazgo formal, es una evidencia contundente para dirigir las campañas de marketing a esa inmensa audiencia sin sexo y con poder adquisitivo.

A través de distintos juegos de imágenes, intentan meter este tipo de mensajes en el subconsciente de los consumidores:

Rocíate este desodorante y miles de utópicas Hembras humanas perderán el control de sí mismas, para sucumbir ante tus seductoras feromonas.

Compra esta escotada blusa y tu novio te mirará tanto como me está mirando a mí.

El jabón que te da una piel que todos querrán tocar. Ah, y también elimina bacterias.

Sobre esta mesa no sólo se come comida.

La revista que te trae las Hembras humanas más lindas, al alcance de tu mano.

Sudor, jadeos y gritos en tu gimnasio favorito.


En otras palabras, siguiendo esa lógica, si a este escrito le introdujera determinados vocablos subliminales que penetraran el subconsciente, una y otra vez, desde diversas posiciones excitantes, necesariamente producirían un efecto orgásmico que dispararía un chorro de placer inolvidable. Dicho éxtasis debería provocar en quien lo lea, un deseo irrefrenable por querer más y más artículos. Al menos esa es la teoría.

Pero como lo dije antes, la mojigatería vende más que el sexo. Lo que volvió famoso a Calvin Klein no fue una campaña con una quinceañera Brooke Shields ronroneando "Nothing comes between me and my Calvins (nada se interpone entre mis Calvin Jeans y yo)", sino por el alboroto que armaron los pudorosos. Los besos imposibles entre personajes opuestos que realizó Benetton, como el del papa Benedicto XVI con el imán Ahmed Mohammed el-Tayeb, no hubieran tenido el mismo efecto sin el grito en el cielo que pusieron los iracundos feligreses y sin las amenazas públicas del portavoz del Vaticano con tomar medidas legales. Unos años atrás, gracias a esa misma indignación católica, El Código Da Vinci no sólo se convirtió en un bestseller, sino en un éxito de taquilla en su versión cinematográfica.

Normalmente, la suma de mojigatería y sexo traen como resultado una noche aburridísima. En cambio, en la vida pública vende controversia, una encarnizada polémica que llegará a muchos más medios de comunicación que los presupuestados por la más optimista agencia de publicidad. Y cuando logran el cometido de estar en boca de todo el mundo con las ventas en ascenso, los incitadores suelen emitir un comunicado donde agachan la cabeza, lamentando (¡yupi!) haber herido la susceptibilidad de quienes habían apuntado herir desde un principio.

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